Vagando Por Mundopolis

La calle Barkhor el corazón de Lhasa

Hoy os voy a hablar de una calle muy especial, la calle Barkhor en Lhasa. Esta no es una calle cualquiera, sino que posiblemente sea una de las calles del mundo en la que con más fuerza se siente la fe y la espiritualidad o al menos así me lo pareció a mí.

Llegar a Tíbet no pudo ser más complicado. Después de un viaje entre surreal y rocambolesco, que os contaré en otro momento, logramos aterrizar en el aeropuerto de Lhasa, por fin estábamos en el Tíbet.

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Nuestro alojamiento se encontraba en el casco antiguo de Lhasa, nos alojamos en el Shambhala Palace Lhasa Tíbet. Un hotel encantador de estilo tibetano situado en una de las calles aledañas a la calle Barkhor. Nos había costado tanto llegar a Lhasa que solo deseábamos recorrer la ciudad, así que nada más dejar el equipaje en el hotel salimos a la calle.

Desde la ocupación china en 1951, tanto el Templo Jokhang como la calle Barkhor, se convirtieron en un icono de la identidad tibetana y en un símbolo de su cultura. Aquí se han producido multitud de incidentes y es en este lugar, dónde ha habido más muestras de la resistencia tibetana frente a la ocupación, como las autoinmolaciones de monjes tibetanos.

Esta calle no solo es un símbolo religioso, sino que representa también un papel político de resistencia. Por todo esto, es una zona hiper vigilada y super controlada por el gran hermano amarillo, que ejerce un control total sobre todos los que entran y salen de aquí. 

Andamos unos metros y nos topamos con un arco de seguridad vigilado por militares chinos que controlan el acceso a la calle Barkhor. Tras pasar nuestras mochilas por el escáner y después de que los militares revisaran nuestros pasaportes y los permisos para estar en el Tíbet, entramos en otro mundo, en el de la calle Barkhor.

La calle Barkhor aún conserva la esencia y autenticidad de lo que fue la antigua Lhasa. Pervive sobre todo en sus gentes, en los peregrinos tibetanos procedentes de todo el país, la mayoría ancianos, que continúan haciendo la peregrinación del Kora como desde hace miles de años, sobre el desgastado pavimento de esta calle, pulida por el paso de fieles durante miles de años.

Historia de la calle Barkhor

Con más de 1.300 años de existencia, el nacimiento de la calle Barkhor está íntimamente ligada al nacimiento del templo de Jokhang y a que éste, se convirtiera en uno de los templos más sagrados y venerados por los budistas tibetanos aquí en Lhasa.

El templo de Jokhang sería construido a instancias del rey que puso fin a la guerra entre los diferentes estados del Tíbet, el que logró unificarlo y el que trasladaría la capital del país hasta Lhasa. Este mismo rey ordenaría la construcción del templo de Jokhang, el rey Songtsen Gampo.

Songsen Gampo había recibido dos regalos muy valiosos tras sus matrimonios. Primero se casó con una princesa nepalí y más tarde con una princesa china. Ambas entregarían al rey como dote, unos impresionantes budas. A ellas se les atribuiría la introducción del budismo en el Tíbet. El rey tenía que construir un templo que albergara ambas estatuas sagradas, por lo que en el S. VII se ordenaría la construcción del templo de Jokhang.

A lo largo de los años el templo de Jokhang se ha ampliado y restaurado, pero el núcleo del templo que podéis ver ahora, sigue siendo el original del siglo VII.

Una vez finalizaron las obras de la construcción del Templo de Jokhang, las imágenes del Sakyamuni, comenzaron a atraer a los primeros monjes y peregrinos. A medida que el número de fieles fue incrementando, comenzaron a construirse las primeras casas de la calle Barkhor para alojarlos.

La nobleza, también construiría aquí sus palacios y aparecieron las primeras escuelas budistas. El comercio, los monasterios y hoteles, fueron proliferando en esta calle para dar servicio y alojamiento a monjes y peregrinos que acudían al templo, procedente no solo de otras partes del Tíbet sino de otros países como India, Bután, Nepal, Mongolia o China.

La calle Barkhor ha estado poblada por vendedores ambulantes tibetanos desde su nacimiento. Sin embargo hace pocos años fueron expulsados, al igual que lo fueron los comerciantes tibetanos que ocupaban los locales de la calle Barkhor.

Con la excusa de rehabilitar la calle, el Gobierno de la Republica Popular, realizó un lavado de cara total. Los locales comerciales serían ocupados por emigrantes chinos, que poco a poco han ido colonizando no solo Lhasa sino todo Tíbet, arrinconando y dejando en minoría a la población tibetana.

Los artesanos herreros y resto de gremios han desaparecido, abriéndose las puertas de las tiendas a nuevos propietarios, los descendientes del dragón de oriente. El señor Wang y el señor Li, que llenan sus tiendas bajo un cartel luminoso, por supuesto de color rojo, con réplicas tibetanas. Recuerdos del mejor plástico y falsificaciones que son ahora las reinas del lugar, haciendo las delicias de los turistas, sobre todo de China, que van a la caza del suvenir.

Pero la esencia de esta calle, su espíritu religioso, permanece inalterable y aún se continua circulando alrededor del templo de Jokhang. Los turistas solo pueden entrar en el templo a partir del mediodía, las mañanas están reservadas a los peregrinos. Podéis acercaros a primera hora de la mañana para ver a los peregrinos y por la tarde visitar su interior.

El camino alrededor del templo Jokhang fue desde sus inicios un camino sagrado, de oración y peregrinaje, es el llamado Kora.

¿Qué es el Kora en Tíbet?

Kora es una palabra tibetana que significa circunvalación. El Kora consiste en caminar en el sentido de las agujas del reloj, alrededor de un lugar sagrado.

Tras la muerte de Buda, aquellos lugares que fueron importantes durante su vida, como el árbol dónde se sentaba a meditar, bosques, montañas o templos relacionadas con su vida, se consideraron sagrados. También lo son las estupas y los chorten que se construyeron para albergar reliquias sagradas. Los peregrinos comenzaron a acudir a estos lugares para circunvalarlos, es decir para realizar el Kora.

Realizar el Kora forma parte de la vida de cualquier tibetano. En Tíbet hay seis rutas de Kora y aquí en Lhasa se pueden hacer cuatro. Una de ellas es la de la calle Barkhor, que circunvala el corazón espiritual del Tíbet, el templo de Jokhang.

El recorrido del Kora se realiza siguiendo el camino en el sentido de las agujas del reloj.

Los peregrinos rezan incansablemente, girando las cuentas de sus rosarios y tatareando mantras, mientras giran sus molinos de oración. El objetivo es recibir el mayor número posible de bendiciones de Buda.

Cuánto más devotos sean los rituales realizados durante el kora, más bendiciones recibirán. Por lo que veréis a muchos de ellos, haciendo todo el recorrido postrándose en el suelo.

Se arrodillaban y estiraban en el suelo, extendiendo sus brazos. Se volvían a levantar y andaban hasta el lugar dónde habían alcanzado sus manos, así durante todo el recorrido.

Sobra decir el esfuerzo físico que supone hacer todo el camino de esta forma, sin contar con el tiempo que pueden llegar a necesitar en completar todo el Kora, debe de ser agotador.

Hay una zona marcada en el suelo de la calle Barkhor, para los peregrinos que quieren hacer el Kora de esta forma, la más dura.

La mayoría de los peregrinos lo hacen andando hasta llegar a las puertas del Jokhang. Una vez que llegan al Jokhang, se paran frente al templo Jowo Rinpoche dónde se encuentra la estatua de Shakyamuni. Se tardará una media hora más o menos en hacer todo el recorrido, irá en función de lo rápido que andeis.

El Kora se puede realizar en cualquier momento, pero de acuerdo con el calendario lunar hay determinados días que son más auspiciosos para hacerlo, como los días 8, 10, 15, 25 y 30. Otra fecha propicia, es en la celebración del Saka Dawa, en la que casi todos los budistas tibetanos intentan hacer este peregrinaje.

Con la realización del Kora, los peregrinos pretenden apartar de su vida a base de mantras y oraciones la miseria y el dolor, para encontrar el camino de la iluminación, el conocimiento y la virtud.   

El recorrido del Kora por la calle Barkhor

Íbamos paseando por la calle Barkhor cuándo llegó un momento que el humo lo invadía todo.

Hay cuatro grandes quemadores de incienso, llamados “sangkangs”, situados en los cuatro puntos cardinales. En su interior, enebro, incienso y otras plantas aromáticas se queman durante el día y la noche, para honrar a los Budas que protegen el Templo Jokhang, así como a otras deidades de la ciudad. 

Cerca de los quemadores los peregrinos se desvían hacia una capilla. Es la capilla de Manu Lhakhang, los fieles entran para hacer girar una gigantesca rueda de oración.

En el lado derecho de la capilla se encuentra una antigua prisión que ahora es un museo. Detrás de la capilla de Mani Lhakkhang en un edificio amarillo, se encuentra el templo del Buda futuro, desde aquí se continúa caminando hasta el Monasterio de Meru.

Caminamos siguiendo a los peregrinos procedentes de todos los lugares del Tibet. Sus pañuelos, pelo y ropa nos indican que hay pastores del norte de Qinhai, Kangbas, gente procedente de Shanan con sus caras agrietadas por el sol de los Himalayas y el frío gélido de sus inviernos.

Continuamos andando por la calle Barkhor, nos desviamos para llegar al monasterio de Meru. En su momento este monasterio alojaba a los monjes que venían a Lhasa, pero ahora ya son pocos los que viven allí. 

Uno de los edificios más famosos de la calle Barkhor es uno de color amarillo, es el Makye Ame. Aquí residió el sexto Dalai Lama, Tsangyang Gyatso hace trescientos años. El término Makye Ame proviene de un poema que escribió sobre una joven de la que parece que se enamoró.

Ahora Makye Ame es un restaurante con precios tan elevados como la altitud de Lhasa y con una calidad que no corresponde a esa altura.

Este restaurante tiene sucursales en otras ciudades de China, así que podéis imaginaros que aparte de los recuerdos de su interior o las vistas desde la terraza, poca autenticidad conserva, así que continuamos paseando.

Llegamos al Templo Jokhang. Los peregrinos se apelotonan frente a él para rezar postrándose sin descanso frente al Jowo Rinpoche.

Templo Jokhang

El Templo Jokhang en Lhasa es el lugar más sagrado y venerado del Tíbet, es su corazón espiritual y el destino para los peregrinos de todo el país. Este es uno de los lugares que no os podéis perder en Lhasa.

Tiene cuatro plantas y podéis ver que se combinaron varios estilos en su construcción el tibetano, chino e indio. En su interior no está permitido hacer fotografías.

Antes de entrar en el templo veréis que frente a él se abre una gran plaza. Hay un porche abierto en el que se encuentra una de las estatuas de Buda, la más venerada, ante la que cientos de peregrinos se postran y rezan incansablemente.

El exterior del templo vemos la dorada rueda del dharma con 8 radios, rodeada por dos ciervos. Estos fueron los primeros símbolos del budismo. Ambos representan la primera charla que dio Buda en un parque cercano a Benarés dónde había ciervos. Simboliza el «giró la rueda del Dharma».

Una vez que entras en el interior del templo de Jokhang se abren en unos 25.000 m2 corredores, pasillos y capillas llenas de estatuas y frescos de Buda policromados. Su oscuro interior está iluminado por las velas de mantequilla de yak y te ves envuelto por el humo del incienso que se quema incesantemente en su interior.

Los peregrinos acuden a girar las gigantescas ruedas de oración. Vamos hacia la sala principal del Templo Jokhang, para ver una de las estatuas de Buda de oro más venerado. El Buda es impresionante y está decorado como casi todos los Budas que vimos en los monasterios tibetanos, con piedras preciosas. Está flanqueado por la estatua del rey Songtsen Gampo y sus dos mujeres.

El tercer piso contiene una imagen de una diosa furiosa, es Palden Lhamo, protectora de Lhasa y del Gobierno del Tíbet. 

Como os conté antes no se puede hacer fotos en el interior de los templos, pero si en la azotea del templo de Jokhang.

Subir hasta la azotea, porque las vistas son espectaculares tanto de la calle Barkhor como del Palacio del Potala.

El Templo Jokhang está muy controlado, como todos. El número de monjes que hay en la actualidad es ínfimo, si lo comparamos con los que había hace años.

Después de visitar el templo, nos desviamos de la calle Barkhor para adentrarnos por las estrechas callejuelas del casco antiguo de Lhasa.

Mercado de Tromsikhang

Apartados de las tiendas turísticas un olor inconfundible nos guía hasta un puesto con mantequilla de Yak. El olor que desprende es inolvidable, este olor nos acompañaría durante todo el viaje por el Tíbet y sobre todo cada vez que entrabamos en un monasterio, se hacía omnipresente, tanto, como el tamaño de los Budas.

En los puestos encontramos queso, mantequilla, telas para confeccionar trajes de los monjes tibetanos, carnicerías típicas con vigilantes espontáneos.

Algo que veréis también en los callejones aledaños a la calle Barkhor y que hay por todo el centro de Lhasa son las casas de té. Por unos céntimos de euro se puede hacer una parada en el camino para disfrutar de una taza de té con leche y calentar un poco el cuerpo y eso fue lo que hicimos nosotros.

También hay muchos bares y restaurantes a lo largo de la calle Barkhor. Puedes tomar té, comer yogurt local, lentejas, patatas o arroz con carne.

Nosotros para finalizar nuestro recorrido, fuimos a Guangming Gangqiongtian Tea House. Se encuentra muy cerca de la plaza de Jogkhan. Sin duda una de las teterías más auténticas, ya que estaba llena de tibetanos. El local es muy grande, puede parecer destartalado o dejado, sin embargo estaba lleno de encanto y autenticidad, algo que desafortunadamente esta poco a poco desapareciendo de Lhasa.

Feliz fin de semana☺

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